¿Cómo son las mujeres periodistas de la Unión Europea? ¿En qué condiciones trabajan? ¿Cómo concilian su vida familiar y laboral? ¿Es respetado su derecho a la libertad de expresión? ¿Trabajan en igualdad de condiciones que sus colegas masculinos?
La situación varía mucho de unos países a otros. Las estrellas de la bandera europea no brillan igual para las mujeres periodistas de los 28 estados de la Unión. No es lo mismo ser reportera en Alemania que en los países que nacieron de la antigua Yugoslavia, o en las repúblicas bálticas. Las diferentes tradiciones políticas y culturales afectan también, y no poco, al ejercicio del periodismo.
Medidor de alertas contra la libertad en los medios elaborado por el Consejo de Europa.
El marco general, para hombres y mujeres, lo dibujaba un reciente informe de la Plataforma para la Protección del Periodismo y la Seguridad de los Periodistas del Consejo de Europa, que advertía de que el entorno de libertad para los medios en los estados europeos había empeorado, y que la libertad de prensa era ahora más frágil que al finalizar la Guerra Fría. El Consejo de Europa contabiliza anualmente el número de alertas contra la libertad en los medios que se producen en los países de la UE, así como el número de periodistas detenidos y asesinados.
La crisis económica dejó además un panorama desolador en los medios de toda Europa, que pasaron por fuertes recortes de plantilla y por una importante merma de las condiciones laborales. Esa merma fue especialmente sangrante en el caso de las mujeres periodistas.
Así lo exponen cinco mujeres que ejercen el periodismo en países de la Unión Europea -Francia, Alemania, Serbia, Grecia y Croacia-, y que representan al sector en diversas organizaciones sindicales. Todas ellas participaron en Ostende (Bélgica), en un programa de liderazgo para mujeres organizado por el European Trade Union Institute (ETUI), donde también estuvo presente la periodista que escribe este artículo, y desde allí han colaborado con Conversaciones con para trazar una radiografía de la situación. Muchas de las dificultades a las que se enfrentan son parecidas; otras, como las amenazas a su integridad o su libertad, se agravan en función de los países de procedencia.
Libertad y discurso del odio
En la Europa que hace bandera de los valores democráticos, la presión sobre los periodistas no se ejerce habitualmente a través de la censura. Pero en algunos países aparece a través del llamado discurso del odio, empleado por agentes políticos y activistas de diverso signo, especialmente a través de internet y de las redes sociales
Así lo explica Maja Sever, presidenta del Trade Union of Croatian Journalist y trabajadora de la televisión pública de Croacia (HRT). La mayor amenaza para la libertad de prensa en su país, según esta profesional, es “la gran cantidad de odio y de discursos intolerantes que llenan los medios de comunicación y la esfera pública, incluyendo la incitación directa a ataques contra periodistas”. En el país no existe una regulación eficiente, según Sever, y la que existe no es aplicada.
Sever sufrió en primera persona amenazas de muerte por hacer su trabajo durante la cobertura de la crisis de los refugiados en octubre de 2017. “Las mujeres son particularmente vulnerables, porque a menudo están más expuestas al odio en las redes sociales, sin protección ni respuesta adecuadas. Y en ausencia de convenios colectivos en los medios no hay una protección adecuada para sus derechos”, subraya Sever.
Peor aún es la situación de las periodistas en Serbia. Este país ocupa el puesto 90 en el ránking de libertad de prensa elaborado por la ONG Reporteros sin Fronteras, y ha descendido 14 puestos en la clasificación durante el último año, según Yelena Cosin, periodista del diario Vecernje novosti y miembro del sindicato SINOS.
“A quienes informan sobre corrupción o son críticos con el Gobierno el propio presidente Aleksandar Vucic los señala como ‘mentirosos’ o ‘espías extranjeros’. Periodistas que han destapado casos de corrupción, como Milan Jovanovic, han sufrido ataques como el incendio de su vivienda. Yo misma trabajo a menudo bajo presión, y veo cómo los textos que no apoyan a los líderes políticos en el poder no son publicados o son corregidos antes de publicarse”, relata.
El #MeToo francés
Las mujeres periodistas sufren las mismas presiones que sus homólogos masculinos en cuanto al contenido de sus informaciones, pero además padecen ataques de tipo sexista, algo que por desgracia es común a todo tipo de países.
En Serbia, por ejemplo, son conocidos los comentarios efectuados en este sentido incluso por representantes políticos en medio de ruedas de prensa. Y en Francia, el pasado mes de febrero estallaba el caso de la Ligue du Lol, un grupo privado de Facebook formado por editores, periodistas y responsables de publicidad de diferentes medios, mayoritariamente hombres, investigados por insultar y acosar de forma continuada en las redes a mujeres.
El caso ha sido considerado como el #MeToo francés, y, tras ser destapado por el diario Liberation, provocó un verdadero terremoto en la opinión pública, además de una investigación judicial y el despido de varios de los implicados.
“Algunas de las periodistas acosadas cayeron en depresión y abandonaron los medios”, señala Aurélie Constant, miembro de la junta ejecutiva del Syndicat National des Journalistes (SNJ-CGT) y redactora de un diario local del norte de Francia. Según esta periodista, sexismo y acoso son conductas frecuentes en las redacciones. El problema lo sufren todavía más las mujeres inmigrantes y con empleos precarios.
Refugiados y ‘fake news’
En Alemania los problemas para las periodistas son algo diferentes. Para Andrea Roth, vicepresidenta de la Federación de Periodistas Bávaros y trabajadora de la televisión pública alemana, la proliferación de fake newses una de las principales amenazas para los periodistas alemanes, sobre todo en materias de especial sensibilidad como la información sobre refugiados e inmigrantes.
En este campo, los informadores reciben mensajes hostiles desde el entorno político de las formaciones de extrema derecha, las mismas que promueven un discurso negativo en torno a los refugiados. “Necesitamos más alfabetización mediática para que la gente pueda aprender a distinguir entre noticias y falsedades”, subraya.
Roth, que también pertenece al comité directivo de la Federación Europea de Periodistas (EFJ), añade que en Alemania los y las periodistas deben afrontar determinados peligros para su integridad en las manifestaciones de la derecha más extrema, donde se han dado ya casos de varios periodistas heridos. Fuera del país, los mayores riesgos se producen en países de conflicto armado. “Nunca habíamos tenido tantos periodistas encarcelados o asesinados”, considera.
Periodismo a 1,4 euros
Pero la mayor dificultad la sufren las mujeres periodistas de toda Europa en el terreno laboral. En ese campo la precariedad es la nota dominante en todos los países. Una precariedad aún mayor en el caso de las mujeres, castigadas por la conocida brecha salarial.
“Las mujeres periodistas tienen salarios más bajos y pelean por llegar a puestos directivos; son más frágiles que los hombres y sufren especialmente la precariedad”, expone Aurélie Constant.
En Alemania algunas empresas informativas ofrecen 9 euros a quiénes les envíen fotografías de interés informativo. Especialmente los trabajadores autónomos padecen la situación de precariedad en todos los medios.
“Los medios trabajan cada vez con menos personas. Y esto en el sector privado y en el público. En el servicio público de medios donde yo trabajo, por ejemplo, se están recortando millones de euros de los presupuestos. La única forma de avanzar en este campo es agruparse en asociaciones y sindicatos fuertes”, defiende Andrea Roth.
Según la periodista alemana, en el país bávaro no hay especiales problemas para mujeres o editoras independientes a nivel intermedio, pero a nivel de líderes y directores de la organización, siempre son hombres los que toman las decisiones. “Necesitamos nuevas estrategias de liderazgo”, opina.
En Croacia, la mayoría de los medios operan sin convenios colectivos, “los estatutos de las salas de redacción no se cumplen y las asociaciones sindicales y profesionales acaban por desanimarse”, relata Maja Sever.
Pero el caso más sangrante en materia laboral está en Serbia. En ese país, exceptuando a los medios con sede en Belgrado, las cantidades que se pagan a los periodistas son irrisorias. “En mi ciudad, en NIš,a los periodistas de la televisión local se les está pagando 1,4 euros por cobertura”, denuncia Yelena.
¿Familia o trabajo?
¿Pueden las mujeres periodistas hacer compatible la familia y el trabajo? “Es muy difícil”, sostiene la periodista griega María Konstantopoulou. “Muchas mujeres en Grecia se ven obligadas a elegir. Si no cuentan con la ayuda de su marido y de sus padres, la situación es bastante complicada para ellas”, considera.
En Serbia, las periodistas echan en falta facilidades para llevar a sus hijos a guarderías y jardines de infancia. Allí conciliar es una “habilidad”, desarrollada por estas profesionales a nivel individual y a base de esfuerzo, pero sin grandes ayudas por parte del Estado.
En cambio, en países como Alemania, las periodistas tienen facilidad para dedicar horas y disfrutar de permisos o ‘vacaciones familiares’ al tener un hijo siempre que trabajen por cuenta ajena, en organizaciones como la televisión pública o grandes medios y corporaciones, donde a veces hay incluso guarderías propias. El problema, como ocurre en la mayoría de los países, es el vacío en el que se encuentran las freelances, que no gozan de las mismas prestaciones, así como las profesionales que trabajan en medios pequeños.
Para las periodistas de la UE existen por lo tanto problemas similares, como las dificultades para conciliar o la brecha salarial. Pero en el terreno del periodismo femenino, Europa parece ser un continente de dos velocidades: los peligros contra la libertad o integridad son mucho más graves en unos países que en otros, y parece urgente que desde las instituciones europeas se tomen cartas en el asunto mediante normativas que doten de estabilidad a las mujeres que se dedican a uno de los oficios más importantes para los estados democráticos, y también, por qué no decirlo, uno de los más maltratados.
Artículo publicado en: Conversaciones
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