Todos los años, cuando están acabando las vacaciones pensamos en lo rápido que se han pasado, y la velocidad a la que entra el otoño. Bebemos el tiempo sin saborearlo, pensando siempre en lo que nos falta por consumir, o en lo que suponemos tiene que venir, sin llegar a disfrutar del momento que se nos escapa entre las manos, de los días de asueto que habíamos pretendido llenar de actividades, con la contradicción de que si no lo llenamos, es tiempo que hemos perdido. El activismo nos ha traído una especie de sin vivir entre planes y planes, que no deja tiempo para meditar y pensar, e incluso recapacitar, y este verano, el querer vivir a toda costa, nos ha traído ser los más irresponsables de Europa.
Sin duda las vacaciones de este año han sido muy diferentes, para algunos sin descanso, para otros con experiencias dolorosas y para todos: raras.
No hemos tenido capacidad de planear nuestro otoño porque todo se va resolviendo a trompicones, y la incertidumbre dirige nuestras vidas hacia un puerto que todavía desconocemos. Ahora más que nunca estamos viviendo, todos, en casi todos los lugares del mundo, esa tan demanda adaptación al cambio de los nuevos modelos de trabajo. La humanidad es experta en ello gracias precisamente a la capacidad de supervivencia, incluso a pesar de los gobernantes.
No sé cuántos de nosotros hemos tenido un descanso real, no me encuentro entre esos afortunados, y la realidad es que no me importa, doy gracias por lo vivido, porque cuanto menos, nos ha ayudado a todos a reflexionar. Pero es triste pensar que nuestro verano ha acabado igual que empezó.
El otoño está caliente, no solo por el coronavirus, y la incertidumbre se ha hecho crónica
Es curioso cómo la población parece contentarse, sin apenas crítica, aceptar lo que hay y seguir, pero esto que estamos viviendo no es tan sencillo. Sería así si nuestro gobierno tuviera buenas intenciones a pesar de fracasar, pero no es el caso; si nuestro gobierno fuera coherente y no se hubiera pasado de veraneo los meses en que muchos han estado trabajando para poder comer, pero no es el caso; si nuestro gobierno no hubiera pactado con el diablo republicano o terrorista, pero no es el caso; si nuestro gobierno pensara realmente en el bien de los ciudadanos en lugar de mantener el poder y seguir conquistándolo con pactos anticonstitucionales que destruyen nuestro Estado de Derecho, pero no es el caso; si tuviéramos una prensa veraz, y libre, pero no es el caso… y podría seguir una larga lista de despropósitos acumulados por nuestro poder ejecutivo que ha invadido el resto de poderes, en los que incluyo el de la prensa. Cuando todo pierde el fin para el que se creó ¿de qué sirve?
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