¿Quieres «comprar» un hijo? Porque hasta ese punto hemos llegado. Confundiendo la necesidad vital de un ser humano que tiene derecho a tener un padre y una madre, ahora algunos partidos políticos proponen leyes para mercadear con los hijos, socapa de buenismo, libertad y demás esperpénticos argumentos.
A la opción de un vientre de alquiler –en España todavía no se le ha dado forma jurídica a esta idea y por lo tanto no es legal-, le sumamos lo que ya es un clásico, esto es, elegir el semen congelado de vete tú a saber quién y de forma fría, manipulada y artificial provocar un embarazo.
Así pues, ella, decidida y emocionada, sin pareja que le acompañe en su aventura, entra en un banco de semen y compra espermatozoides porque quiere ser madre.
Hablemos del bebé
De ese bebé que va a nacer por esta segunda vía es de quien quiero hablar.
¿Cómo le explicamos a esa criatura cuando pueda razonar que no tiene padre? ¡Que se lo hemos negado!
¿Cómo asimilará que su mamá tenía tanta ansia de «realizarse» y le apetecía tanto tener un bebé que pensó primero en ella y solo en ella y sus deseos? Si sustituyo «deseo» por «capricho» todavía se lee peor…
Cuando los seres humanos analizamos nuestra existencia, es habitual que la reflexión nos remonte a los origenes como causa del ser y devenir de las cosas… ¿Cómo afectará a esas personas, resultado de una fría operación de laboratorio, no poder descubrir nunca cuáles son sus raíces y sus ancestros?
¿Tiene un hijo derecho a tener padre?
Mi sensación ante la realidad de nacer sin padre es de crueldad para con esa persona. Le privamos deliberadamente del derecho a tener un padre. Bueno, me argumentan que también hay niños de padres divorciados o niños huérfanos…
Es cierto, pero tienen un padre, un referente, alguien que o bien les sigue acompañando en la vida o alguien que murió pero dejó su legado. Además ese hombre tiene una familia, ahí están los abuelos, los tíos, los primos… De todo eso privamos al «hijo de laboratorio» y lo hacemos con el único argumento de que «me apetece mucho».
En cierta ocasión oí a alguien decir con mucha sensatez que siempre hay que respetar a las personas pero no necesariamente a sus ideas, por ese motivo, una idea puede ser mala, absurda, estúpida, demencial y por lo tanto, nada respetable.
¿Quieres «comprar» un hijo?
¿Cabría el argumento de que cada cual haga lo que le venga en gana? Porque bajo esa premisa, el mundo sería un espacio sin orden ni ley. ¿Eso es lo que queremos?
Cuando un acto perjudica a alguien, ese acto deja de ser bueno o aconsejable.¿Podemos coincidir en esta afirmación?
Obviamente puedo entender los anhelos de la maternidad, sin embargo no comparto que sea al precio de la manipulación genética, con la muerte de embriones probeta y con el resultado de un ser humano que nace sin padre.
En conclusión, «comprar» un hijo, en mi opinión, es una decisión triste porque más allá de los anhelos personales, ser madre es un compromiso que lleva implícitos una serie de deberes que priman sobre los derechos que reivindica.
¿Un hijo? un padre y una madre…
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