Hace apenas casi unos días sentíamos el olor de las velas de las procesiones de Semana Santa, y sus vacaciones, yo en particular estaba deseando que llegaran para poder tener a mi familia junta. Habíamos empezado a planificar el veraneo, y discutíamos sobre cuál plan podía ser más “apetecible” que otro. Quién nos iba a decir que esa preocupación iba a desaparecer tan fugazmente y que cambiaríamos el deseo de ese viaje, por poder ir al supermercado sin mascarilla o por un simple abrazo.
No hicimos caso del refrán, porque en nuestra sociedad moderna esto parece cosa de abuelas, ni hicimos caso de los audios que llegaban avisando, y nos pilló el toro, a diferencia de otros países.
“Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar». Refranero español
Lo de China nos parecía lejano, ya tuvo la fiebre aviar y no nos afectó, pero nuestros vecinos italianos nos lo avisaban y parecía que no iba con nosotros tampoco. Entre el exceso de bulos a que nos tienen acostumbrados, las fake news, y que eso “solo les pasa a otros”, no hacíamos caso, así que hemos perdido un mes, como nos recuerda Miguel Hernán, epidemiólogo de la Universidad de Harvard en una entrevista, mientras que el sábado los últimos bares querían seguir abriendo y aprovechar el tirón, y ¿qué español no se resiste a una cervecita?
Sin duda este confinamiento nos va a costar porque una de las características del ser humano es la necesidad de comunicarse, es un ser relacional. Además, es un esfuerzo que, quizás como españoles, nos cuesta más. No poder besar y saludarnos, tocarnos, pondrá en valor la necesidad de esa comunicación directa que nos estaba quitando la comunicación virtual, que además de dejarnos un poco más cegatos, nos iba minando el trato directo y personal con los más cercanos, con aquellos que tenemos todos los días, y que sin duda estos días vamos a fortalecer, con ánimo y sobre todo con creatividad, como estamos viendo en tantos videos que recibimos por whatsapp. Porque desde luego la creatividad no falta.
Nuestra adicción a hacer cosas va a sufrir un parón, por lo menos se limitará a las que podamos hacer en casa, retomar la lectura, la meditación, el contacto (aunque sea virtual) con los seres cercanos enfermos, o en situaciones complicadas, y sobretodo la paciencia.
Teníamos los objetivos del desarrollo sostenible hasta en la sopa, algunos de ellos difíciles de poner en marcha con éxito o de cuantificar la evolución de las medidas. El cambio climático y las nuevas tecnologías suscitaron nuevas preocupaciones que ya habían premonizado algunos autores futuristas como Orwell. Ahora, esa naturaleza rebelde que el hombre creía dominar, nos devuelve a la realidad y pone el mundo patas arriba, un mundo lleno de tecnología y de medios, que no puede evitar que mueran, como siempre, los más indefensos, los débiles. Y esta vez no es un tema de medios económicos, sino de salud.
Se empezaba a hablar de poner en el centro a la persona, de cuidar su dignidad, esta era ya una preocupación real, como puso de manifiesto la firma del documento Rome Call for IA Ethics en Roma, celebrada en plena crisis de Covid-19 en ese país. Pero esta preocupación por la forma en que el hombre daba uso a su creación, tema que siempre ha merecido un cuestionamiento serio, estaba todavía como bebé en pañales, pese a que se viene denunciando desde la década de los 70 de forma seria (Schumacher, Lo pequeño es hermoso).
Actualmente, todavía era una preocupación tratada de forma muy superficial, ya que las acciones no iban en consonancia con las palabras que manifestaban esa preocupación.
Se legisla en contra de derechos humanos, y los posibles riesgos contra la persona se supeditaban a la expectativa de un “supuesto” mayor bienestar (que seguimos intentando definir). Muchas veces porque no se estaba convencido del riesgo y otras porque el hombre «todopoderoso» iba a poderlo controlar. Esta amenaza era difusa y cómo estamos tan acostumbrados a verlo en las películas, estaba fuera de toda realidad. Pero tal como dijo Viktor Frankl, el hombre “el hombre solo existirá de forma auténtica cuando no sea producto de sus impulsos sino, más bien, sea alguien responsable… no donde se vea conducido a ir” (El hombre en busca del sentido último) y esto de la responsabilidad se nos había ido un poco de las manos.
Ahora estamos viendo, y experimentando que el ser humano es frágil, muy frágil. Todo vive a nuestro alrededor, el sol brilla en este momento, los pájaros cantan, mis perros están felices, pero yo no puedo salir a la calle, no puedo abrazar a mis padres porque tienen una edad de riesgo y no puedo ver a mis hijos mayores porque están confinados en Madrid y no pueden viajar.
De la noche a la mañana las preocupaciones han cambiado, solo importan las personas, la familia, los amigos… el sufrimiento, también el de otros, o la muerte, incluso la ajena. Surgen iniciativas de ayuda y el ser humano crece…
Es una vuelta al valor de las cosas sencillas y maravillosas de la vida, que están por encima del dinero, del poder y del éxito, y que tantas veces nos dejábamos en el camino. Tanto curso de liderazgo ¿para qué?
“El virus desenmascara la mentira del individualismo y atestigua la belleza del bien común”, José Granados.
El hombre en busca de sentido es una de las grandes obras cuya lectura se recomienda en cualquier Escuela de Negocios que se precie, y cuyas frases se utilizan en cualquier iniciativa de superación personal. No voy a hablar sobre el libro porque seguro que muchos ya lo conocéis, no se si Víktor Frankl era consciente del éxito que iba a suponer, pero lo de lo que estoy segura es de que su gran esfuerzo (si no lo conocéis y no sabéis la aventura de su escritura, os recomiendo leerlo) sí mereció la pena, y mucho.
Que el hombre se crece en la adversidad, es una realidad, y aquí no hay ideologías ni religiones, aunque es cierto que estás juegan un papel importante en la personalidad de cada uno, y por tanto, en la forma de afrontar las vicisitudes, con mayor o menor esperanza o simplemente en descubrir la trascendencia de las cosas que pasan, darles sentido, ver más allá. Si nos planteamos la trascendencia… tendremos esperanza.
“La verdad es que entre aquellos que sobrevivieron a la experiencia de Auschwitz, el número de personas cuya fe se profundizó (a pesar de esa experiencia, y nunca gracias a ella) sobrepasa de largo a la de aquellos que abrazaron su fe. Parafraseando lo que apuntó una vez La Rochefouauld en referencia al amor, se podría decir que así como un pequeño fuego se extingue con la tormenta, un gran fuego, en cambio, se intensifica con ella: lo mismo sucede con la fe, que si es débil se deben prédicas y catástrofes, mientras que si es una fe fuerte, se ve todavía más fortificada ante ello”. Viktor Frankl
Estos días circulan varios mensajes que invitan a la reflexión, de líneas diferentes, el del psicólogo F.Morelli, la psicológa italiana, Monseñor Munilla, el padre José Granados, Bill Gates o de un tal Yuval Noah Harari en el Final Times, todos ellos llenos de esperanza, pero que de alguna manera invitan a sacar lo bueno de esta situación, a la reflexión sobre el rumbo que estaban tomando nuestras vidas y en definitiva, la humanidad.
Para los que somos creyentes,» el ¿por qué? puede transformarse en un ¿para qué? Y quien cree en la providencia», tal y como nos reta José Granados, «no responde con la dejadez o la irresponsabilidad, sino con la inteligencia del amor». Además, las últimas recomendaciones sobre la eucaristía nos acercan a tantos hermanos cristianos, de Siria por ejemplo, que llevan años sufriendo la ausencia de sacerdotes por las guerras, además de la persecución, y reconocer el privilegio que tenemos y al que no dábamos valor… todo adquiere ahora un sentido especial.
Todo cambia de un día para otro, escribiendo estas líneas me llega un mensaje de Miguel, amigo y colaborador de esta revista, su hermano Javier está luchando por su vida en la UCI. Después de años en Kenia, ayudando a niños de la calle, ahora está en el grupo de los débiles (o no tan débiles), porque la medicina, aunque esto no sea África, no sabe cómo se mueve este nuevo enemigo.
El mundo se ha puesto patas arriba, pasados los días de incertidumbre, aprovechemos los siguientes para replantearnos las prioridades de nuestra vida, lo que merece la pena de verdad (y que no se nos borre cuando esto acabe). Busquemos la belleza en medio de todo este caos y sobre todo la moraleja. Vivamos estos días con la esperanza de abrazarnos pronto, de celebrar el amor que hay en el mundo… y demos gracias por la suerte de tener médicos y enfermeras (en Africa no tienen) y tanta gente generosa…porque el ser humanos es el único ser de la creación que tiene esa capacidad de amar.
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