El liderazgo no es una cuestión de género, pero sí de habilidades. Y las mujeres poseen varias cualidades que las convierte en excelentes líderes. Lo dicen diversos estudios sociales y la estructura de su cerebro.
Según la autora del libro “El cerebro femenino”, Louann Brizendine, los estrógenos (hormonas que abundan más en el cerebro de las mujeres), favorecen las habilidades comunicativas y sociales, entre otras cosas. Requisitos indispensables en un buen líder del siglo XXI.
Por otro lado, muchas mujeres poseen cualidades que favorecen su Liderazgo Femenino, como:
- Anticipación y rapidez de respuesta: es fundamental en un buen líder. La capacidad de análisis de las mujeres y el hecho de que sean más previsoras, hace que tengan visión global. También que se anticipen al diagnóstico de una situación o crisis.
- Función multitarea: poseen la capacidad innata de pensar y actuar en muchas direcciones o temas al mismo tiempo y esto favorece la toma de decisiones y búsqueda de soluciones.
- Habilidades de comunicación: las mujeres suelen ser más sociales, expresivas y cercanas y esto les ayuda a lograr buenos objetivos, acuerdos y compromisos con el público, trabajadores y clientes.
- Tendencia a la cooperación: el liderazgo de las mujeres es más inclusivo y horizontal, se basa en el trabajo en equipo, en compartir poder e información, alentar la participación y fortalecer las identidades individuales y grupales.
- Predominio de factores emocionales: En general, las mujeres tienen muy en cuenta el lado humano de las personas y suelen ser más empáticas, sinceras y honestas, tanto en el trato como en sus discursos.
- Predisposición al cambio: están más predispuestas a cambiar las cosas, a la innovación y la calidad, a la responsabilidad social y medioambiental.
La crisis sanitaria, económica y social detonada por la pandemia del coronavirus, ha puesto a prueba a los líderes políticos mundiales. También demuestra que los países liderados por mujeres están teniendo un mejor manejo de la crisis. ¿Por qué?
Tienen una forma diferente de entender el mundo. Han demostrado ser más previsoras, anticipándose a lo que estaba por venir. Han ejercido su poder con humildad, saltándose las fases de negación del problema, la ira por no tener el control, la pérdida de tiempo buscando causas y culpables y la falta de sinceridad que sí han tenido otros gobiernos liderados por hombres.
Tsai Ing-wen, la presidente de Taiwán, se anticipó a las consecuencias de la crisis cuando en enero, a la primera señal que hubo de la nueva enfermedad, implementó 124 medidas para bloquear su propagación, sin tener que recurrir a restricciones totales. En la actualidad, Taiwán ha enviado 10 millones de mascarillas a EE.UU. y Europa. Su gestión ha sido reconocida como una de las mejores, manteniendo la epidemia bajo control y con sólo 6 fallecidos.
Angela Merkel, la canciller alemana (considerada por la revista Forbes la mujer más poderosa del mundo), dio el 11 de marzo un honesto y sencillo discurso. Dijo a sus compatriotas que estaban ante un problema grave, que podía afectar al 70% de la población y que había que tomarlo en serio. Y así lo hicieron. En Alemania, desde el principio hicieron pruebas de forma masiva, con lo que evitaron contagios, siendo el número de muertos bastante inferior al del resto de Europa. En consecuencia, las restricciones se están levantando antes que en otros países, por lo que la economía también se verá favorecida con mayor rapidez.
Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, cerró las fronteras e informó a la población del nivel máximo de alerta al que estaba sometido el país. Impuso el autoaislamiento a las personas que volvieron a Nueva Zelanda, cuando solo había 6 casos en todo el país y después prohibió la entrada de extranjeros. Esa claridad y decisión ha salvado a Nueva Zelanda de la pandemia. A mediados de abril solo habían sufrido 4 muertes y Ardern ha ordenado que los neozelandeses que regresen al país estén en cuarentena en lugares designados durante 14 días.
Mette Frederiksen, primera ministra de Dinamarca, cerró rápidamente fronteras, jardines de infancia, escuelas y universidades y prohibió las reuniones de más de 10 personas. Ha logrado controlar los contagios y los ciudadanos han aplaudido su gestión.
Katrín Jakobsdóttir, primera ministra de Islandia, ha puesto a disposición de sus ciudadanos test gratuitos de coronavirus, cuando la mayoría de los países tienen pruebas limitadas para personas con síntomas activos. Islandia ha examinado a muchas más personas que otros países y ha implementado un sistema de seguimiento exhaustivo que ha evitado el cierre de escuelas.
Sanna Marin, la primera ministra de Finlandia y jefa de estado más joven del mundo, pidió la ayuda de los influencers en redes sociales para combatir la crisis del coronavirus. Ya que no todos los finlandeses leen la prensa tradicional, estos líderes de opinión de distintas edades, se han convertido en agentes fundamentales a la hora de difundir información científica sobre el manejo de la pandemia.
Erna Solberg, la primera ministra de Noruega, tuvo la innovadora idea de dar importancia a la infancia y hacerla partícipe. Realizó una conferencia para hablar directamente a los niños, en la que no se permitieron adultos. Solberg respondió a sus preguntas e incluso les explicó por qué era normal sentir miedo. Sin duda una excelente táctica, ya que los niños son los mejores influencers para convencer a sus padres y a cualquiera. Además, permiten utilizar un lenguaje coloquial y cercano, comprensible al resto de la población.
Estas técnicas sencillas, claras, persuasivas y humanas, resultan sin duda más eficaces que otros discursos grandilocuentes, pero vacíos, que producen desconfianza y poco interés en la ciudadanía.
El discurso y la gestión prepotente, que busca tener el control, buscando causas y culpables externos, que no reconoce errores, sino mostrar sus triunfos y poderes, se atasca en su egocentrismo y no avanza en su misión.
Es por eso que andamos escasos de líderes. Las mujeres sólo ocupan el 7% de los cargos de liderazgo mundial, el 24% de los políticos y el 5% de los CEOs, según la lista estadounidense Fortune 500.
El mundo necesita un liderazgo empático y femenino, que no repita patrones masculinos obsoletos, para inspirarnos y avanzar unidos.
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