Desde hace unos años, las experiencias de voluntariado son una de las actividades que eligen los jóvenes para el verano. Otra de las novedades es que se ha incorporado como parte del curriculum y es un requisito importante para algunas empresas. Pero no todos los voluntariados son iguales, ni la entrega ni el trabajo de todos los jóvenes es igual. Incluso lo de incluirlo en el curriculum se sale un poco de algún esquema cuando recuperas aquello que dijo una Persona especial “que tu mano izquierda no vea lo que hace la derecha”, algunas empresas turísticas ya están haciendo negocio con esta nueva demanda.
Hacer voluntariado se ha convertido en algunos países en requisito para poder graduarse. Así que si el voluntario tiene esa vocación, irá genial si es receptivo. Pero si aún no le brota espontáneamente dar algo de sí de forma gratuita a los demás, vivirá una experiencia que cuanto menos le hará meditar, y si no pone empeño, lo sufrirán las personas a las que tenga que atender.
De cualquier forma, siempre será una toma de contacto con otra realidad distinta a la que vivimos, y que sufren todos los días millones de habitantes del planeta.
Hace apenas unos días, llegó de Perú un grupo de jóvenes, acompañados de un profesor, de esos que todavía quedan comprometidos, entusiasta y entregado, y un sacerdote.
La experiencia, según contaban ellos mismos, no puede transmitirse con palabras, ni siquiera un poquito, porque las experiencias solo se pueden vivir.
Éstos jóvenes eligieron ir a trabajar para y por niños discapacitados, abandonados a su suerte o al AMOR de otros. Si en las sociedades avanzadas se apartan y eliminan antes de nacer, incluso ante un diagnóstico incierto, en estos países menos desarrollados, estos son los apestados, los pobres entre los pobres… y los ricos del paraíso, los elegidos para el Reino de los Cielos, porque el Evangelio lo dice muy claro.
Hubo un periodista que los llamó «la basura del mundo», en cambio son más ricos que la mayoría de nosotros, son felices: no se pierden en lo material, no se disgustan por cosas insignificantes, conocen a Dios y transmiten su alegría a los demás, podría decirse que algunos tienen una sonrisa contagiosa».
El Hogar de las Bienaventuranzas es un reducto, podría decirse, un oasis, en medio de los arrabales del entorno de Lima. Es allí donde pasaron el mes de julio este grupo de chicos y chicas, y una de ellas ha querido darnos su testimonio:
“Ahora querido lector, te pido perdón de antemano porque no creo que estas palabras sean capaces de transmitir lo que descubrí hace poco. Me dirijo a ti porque las cosas salen más fácil cuando hablas en confianza, de tú a tú. Antes de partir nos intentaban contar que veríamos, como sería… y siempre terminaban diciendo: "tenéis que vivirlo porque no se puede expresar con palabras" y era cierto, no hacían falta palabras una mirada cargada de felicidad, una sonrisa contagiosa o que le voz te tiemble de la emoción… dice más que cualquier palabra. En un rincón de Perú llamado Tablada de Lurín descubrí un trozo de cielo en la tierra, los enfermos sonreían, los abandonados se sentían afortunados, los pobres te daban de comer y enriquecían a aquellos que iban a visitarlos. Descubrimos a varios ángeles disfrazados de humanos que nos enseñaron a mirar, a bendecir, a dar gracias, a confiar, a AMAR y a tener ganas de VIVIR.
Durante un tiempo me sentí pequeña de nuevo, aprendimos una nueva forma de bendecir con el Padre Omar, con Monseñor Carlos García, Obispo de Lurín, con Jenny (la iniciadora de Sembrando Esperanza) y Juan Carlos nos volvieron a enseñar a rezar con el corazón, y volvimos a dar gracias con el Padre Justo tras cada comida. Tener todo tan fácil en nuestro día a día nos hace dar por hecho que nos lo merecemos o que siempre estará ahí, pero aprendimos a dar gracias por cada plato de comida, y el techo que el Padre Omar nos ofreció para dormir.... ¡Jenny!, nunca olvidaremos su mirada, intento describirla pero no se puede, solo sé que todos vimos a Dios reflejado en ella, en su obra, en su austeridad, en su entrega completa a los demás, en la forma en que decidió darlo todo y no quedarse nada. Sus oraciones de cada mañana…, y rezaba por nosotros, gente afortunada de España que iba a ir a Perú. Dar gracias, ¿cuántas veces al día lo hacemos? Creo que respondo por todo el mundo cuando digo que no las suficientes. Pertenecemos a unas generaciones a las que todo le ha sido dado, por lo tanto damos por hecho muchas cosas, y no apreciamos su valor, ni nuestra suerte. Ha sido necesario cruzar el Océano para darnos cuenta de que, por el simple hecho de tener un techo sobre nuestras cabezas, ya somos dichosos; que por abrir un grifo y que salga agua, tenemos mucha suerte; y porque cuando nos ponemos malos podemos permitirnos ir al médico, ya somos de las personas mas afortunadas del mundo. Demos gracias por todo, por lo que tenemos, y por lo que ni nos damos cuenta que tenemos. Si hay algo que no podemos, ni deberíamos olvidar es como hablaban de la “Providencia”, algo de lo que nunca se habla en nuestra tierra, de esa confianza plena en Dios sin un atisbo de duda, esa fe envidiable. La Virgen María contestó al arcángel: "Hágase". No dijo haz, ni haré, si no que con ese hágase, se entrega totalmente a la voluntad de Dios. En un mundo activista en que parece que todo lo hacemos nosotros se nos olvida ese primer “hágase”. ¿Cuántas veces nos sentimos frustrados porque creemos que nosotros somos los que tenemos que hacer las cosas? Esta gente nos enseñó a confiar, a entregarnos a la Providencia y a pedir con la oración, confiando en que Él sólo quiere lo mejor para nosotros, aprendimos de esos pobres que cuando aceptemos esta forma de vida, estaremos un poco más cerca de la felicidad. Que Dios actúa, no hay duda, lo sentimos cuando descubrimos cómo estaban los niños de Sembrando Esperanza. Nos puso en marcha para arreglarlo sin darnos casi cuenta, como un motor que se pone en marcha sin pensar siquiera en meter la llave en el coche, y gracias a ese mismo motor dos familias sin hogar tienen ahora un techo sobre sus cabezas. He dicho antes vivir con mayúsculas porque nuestra sociedad en occidente está muerta. Oímos la frase “No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita” y se nos olvida que la felicidad está en dar, dar y como decía la madre Teresa de Calcuta: “dar, y cuando duela, dar más”, dar hasta lo que no tiene.
Debemos estar alegres, hemos sido bendecidos con una casa, y no como la de las familias de Sembrando; con una familia que nos quiere, no como le ocurrió a Johnny David; y sanos, no como Luz Clarita, que además nació en una familia sin ningún tipo de medio. Y yo me pregunto ¿por qué?¿por qué yo he tenido esta suerte y no la suya? No lo sabemos, ni lo averiguaremos nunca, pero si podemos aprovechar lo que tenemos y hacer el máximo con ello. Aprendemos a amar de pequeños, pero al crecer se nos olvida lo que significa amar, lo importante que es o como es el amor de verdad. No olvidaré las palabras de Marco el día que duchamos, vestimos y dimos de comer a los niños de Sembrando Esperanza, dijo "la mejor forma de amar a estos niños es haber hecho lo que hemos hecho hoy, y ver ahora esa sonrisa".Es fácil decir a alguien que le quieres, pero el amor solo se demuestra a través de nuestros actos, en este mundo materialista hemos perdido la capacidad de amar, no le damos importancia y no hay amor más grande que el que se demuestra, el que se ve y el que se siente, porque hoy en día las palabras no tienen valor. Decimos lo que no pensamos y muchas otras veces no decimos lo que pensamos. La Madre Teresa dice: "El amor comienza en casa, y no es lo mucho que hacemos sino cuanto amor ponemos en cada acción." Con esto animo a hacer un acto de amor cada día, debemos comprometernos a seguir para que la llama que se encendió en Perú no se apague, sino ¿de qué ha servido? Dicen que la falta de amor es la mayor pobreza, por eso aquellos que conocimos en Perú eran más ricos que nosotros, vivimos en un mundo en el que lo esencial ha pasado a un segundo plano, donde la riqueza creen que es solo material, donde no importan las relaciones personales sino las sociales, y yo me pregunto ¿cómo podemos considerarnos el primer mundo si somos los últimos en cuidar del propio ser humano? Misionero, porque Dios te acompaña, solo te pido tres cosas, no te olvides de Tú Perú, de lo que te hizo sentir, lo que aprendiste y date a los demás con la misma ilusión que lo hacías allí cada día, recordando esa sensación de como sentías que te daban mas ellos que tu a ellos, cuando ni construir una casa saciaba tus ganas de ayudar; o cuando te escapabas a la UCI cuando tenías un rato libre para ir a acompañarles, y sacarles una sonrisa. Recuerda (volver a pasar por el corazón) cada experiencia de allí, la gente verá reflejada en ti esa magia del cielo que vivimos y lo notarán. Por último, creo que lo más importante es no dejar que la misión acabe nunca, debemos traer ese Perú a nuestra ciudad, a nuestro día a día, porque aquí también hace falta el amor. "Perú en quechua significa abundancia, para mi Perú ha sido amor". María Cañones
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: