Nos llegaron las imágenes de la última matanza realizada por el Estado Islámico,28 hombres etíopes fueron brutalmente asesinados. En las provocativas grabaciones, decapitan a 12 de ellos a orillas del mar, y los 16 restantes fueron ejecutados de un tiro en un lugar desértico.
No he visto ninguna manifestación, ni lo vimos tampoco cuando decapitaron a los 21 egipcios anteriores en el febrero pasado. Es como si la sociedad, a pesar del valiente discurso de Pascua del primer Ministro David Cameron, se estuviera acomodando y nos parecen normales estas muertes, sin embargo esto es cada vez más indignante.
Todos los gobernantes europeos se manifestaron unidos cuando el atentado de Charlie Hebdo, sin embargo en todas las numerosas matanzas posteriores , nada de nada, y eso hay angustiosa crueldad en estas muertes , son mártires modernos, que superan ya en número a las matanzas de cristianos en la época de los romanos.
¿Cobardía o pasotismo?
Es cobardía o pasotismo, no lo sé, sólo sé que el mundo está permitiendo con su pasividad uno de los mayores genocidios de la historia y sigue sin pasar nada, en el futuro harán juicios ridículos para condenar a personas muertas, pero cuando hay que actuar , la respuesta es cruzarse los brazos.
Teresa García Paquet ha escrito una crónica que reproducimos. Teresa es la responsable de Marketing de Ayuda a la Iglesia Necesitada, una de las principales Organizaciones que están ayudando a los cristianos perseguidos. Ella, junto a una compañera viajó a Erbil hace dos semanas. Nos quedamos con sus palabras…
“Esta Semana Santa no hay procesiones por las calles de Ankawa, el barrio cristiano de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, donde desde el pasado agosto de 2014, viven como refugiados más de 70.000 cristianos. Es una de las medidas de seguridad que la Iglesia se ha visto obligada a tomar. Este pueblo ya ha vivido en los últimos 8 meses un auténtico vía crucis. Ahora sólo ansía una vida nueva. Unos, fuera de Irak. Otros sueñan con volver a sus hogares… Los más jóvenes prefieren aprovechar las oportunidades que la gran ciudad de Erbil les ofrece. El domingo de Resurrección es para todos un halo de esperanza, la mayor prueba de que la tragedia que han vivido en estos últimos meses no tiene la última palabra.
En Irak se está produciendo un genocidio por parte del autodenominado Estado Islámico, los terroristas suníes tratan de acabar con las minorías religiosas y con cualquiera que no comulgue con su versión del Islam. Quieren vivir su religión de forma radical, como en el siglo VII. El pasado mes de junio los yihadistas atacaron Mosul y provocaron la estampida de todos los cristianos que habitaban en esta ciudad, la segunda mayor del país, hacia otras poblaciones de la llanura del Nínive. Dos meses después le tocó el turno a Qaraqosh, la ciudad cristiana más grande de Irak. Todos recuerdan la noche del 6 al 7 de agosto de 2014 como un infierno. Los yihadistas del Estado Islámico dieron el ultimátum a los cristianos: «convertíos al Islam, pagad la ‘yizia’ (impuesto), huid o moriréis». Iban marcando las iglesias y las casas de cristianos a medida que las expropiaban con el símbolo que representa la ‘N’ del alfabeto árabe. Significa «nazareno», término con el que se designa a los cristianos en el Corán.
«Aquella noche fue un auténtico tsunami humano», recuerda aún entre lágrimas una de las tres dominicas que encontramos en el barrio de Ozal, en Erbil.
«Nos fuimos siete hermanas en una furgoneta. Las madres nos suplicaban que nos hiciéramos cargo de sus hijos, mientras nos los subían al vehículo. Pudimos recorrer unos kilómetros en coche, hasta que tuvimos que abandonarlo y continuar a pie»
Miles de personas caminaban junto a ellas. Dejaban atrás sus hogares, negocios, empleos, sus ahorros en el banco… A los que habían podido reunir algunos enseres para llevarse, los yihadistas se los quitaron a su paso por los puestos de control establecidos.
Tras caminar durante horas aquella noche, al amanecer fueron llegando a Duhok, al norte del Kurdistán; a Kilkut, al sur, y la mayoría, a Erbil. Fueron acogidas familias enteras, niños, ancianos… en iglesias, colegios, en casas de religiosas, en el recinto de la catedral de San José… No tardaron en llegar decenas de voluntarios con mantas, agua, comida, medicinas, atención médica y grandes dosis de consuelo. En los días sucesivos, el gobierno y diversas organizaciones proporcionaron tiendas de campaña y paquetes de emergencia a los damnificados. Por parte de Ayuda a la Iglesia Necesitada, el 10 de agosto llegó a Ankawa una delegación para palpar sobre el terreno la magnitud de la tragedia. Las ayudas comenzaron a llegar de inmediato gracias a la campaña urgente que desde las 20 oficinas de esta fundación en el mundo, se llevó a cabo de manera inminente. La pasada Navidad, AIN en España puso en marcha la que ha sido la mayor campaña de recaudación en sus 50 años de historia en nuestro país.
Las familias han pasado de las tiendas de campaña a vivir en casetas de obra prefabricadas o en pisos de alquiler donde se alojan tantas familias como habitaciones tiene la vivienda. Todo ello está financiado por organizaciones de ayuda. Los benefactores de AIN han permitido también la construcción de 8 colegios: «La educación es básica para que no desaparezca una generación y para que los niños y jóvenes no se dediquen a delinquir», comenta el párroco de San Elías, el padre Douglas Bazi. Este sacerdote de Bagdad ha sobrevivido a lo largo de su vida a dos ataques bomba, le lanzaron cinco morteros mientras celebraba misa y más tarde le dinamitaron la iglesia. Tiene dos balas en su pierna izquierda y sobrevivió también a nueve días de secuestro sin comida y sin agua. Le rompieron los dientes y la nariz con un martillo. «En nuestra parroquia tenemos acogidas a 110 familias. Cuando llegaron estaban traumatizados, desconcertados, los niños manifestaban su agresividad rompiendo los juguetes… Aquí les ayudamos a comenzar una vida desde cero». En San Elías hay una pequeña biblioteca, una sala de cine para los niños, clases de idiomas, de música, talleres de costura, panadería, peluquería y guardería para los más pequeños. Aquí hay lugar para la esperanza. El padre Douglas define este centro como «una ventana abierta a la vida». Pero solo pone una condición a sus habitantes: «No queremos gente negativa aquí. Les damos oportunidades para empezar una nueva vida pero es necesaria una actitud positiva para que todo esto salga adelante».
Wael Yousif y Sheren Samir, de Aniske (en Duhok), tenían ya fecha de boda, el 11 de julio de 2014, y todo listo para la ocasión. «Lo perdimos todo, incluido mi traje de novia… Pero la vida continúa y el 25 de agosto pudimos casarnos en esta parroquia que nos ha acogido y celebrarlo gracias al apoyo de nuestros vecinos, que nos lo han regalado todo».
Para la familia Jadar, sin embargo, la vida se paró el 22 de agosto del año pasado cuando un «príncipe terrorista» les arrebató a la pequeña Cristina, de 3 años, de los brazos de su madre, a la puerta de su casa en Qaraqosh. Hasta el pasado 2 de abril se alojaban en el Ankawa Mall, un centro comercial a medio construir que su propietario cedió para dar cabida provisionalmente a 470 familias refugiadas. Las condiciones higiénicas de este lugar han obligado a evacuarlo y a trasladar a las 1.700 personas que allí se alojan a un nuevo lugar de casetas prefabricadas. Aida, su marido y sus 4 hijos mayores esperan en su nueva ubicación, el día de su resurrección a la vida: «Creo en Dios y sé que nada es imposible para Él. Él me devolverá a Cristina», lamenta esta madre consumida físicamente por el dolor.
«Lo único que no queremos aquí es gente negativa, para que esto salga adelante necesitamos actitud positiva»
El futuro a medio plazo para los cristianos en este país se dibuja incierto. Irak contaba en 2003 con 1,6 millones. En diciembre del pasado año apenas eran 300.000 y esta cifra disminuye cada día porque son muchos los que optan por irse. El patriarca Luis Rafael Sako, cabeza de la Iglesia católica caldea, calcula que, en un futuro cercano, solo quedarán 50.000 cristianos en Irak. Muchos huyen a Jordania, Líbano, Turquía… Pero estos países vecinos ya no tienen capacidad suficiente para acoger a la avalancha de refugiados de Irak y Siria. Los más afortunados consiguen el visado para emigrar a Estados Unidos o Australia, países que cuentan con sendas comunidades caldeas con gran número de seguidores.
La Iglesia se vuelca en proporcionar una vida digna a los que permanecen. Las religiosas y sacerdotes de Irak están siendo el principal pilar para los refugiados: «Nuestra misión es estar con la gente. Primero están ellos y después nosotros. Hemos sido y seremos los últimos en abandonar», dice uno de los hermanos redentoristas que apoya a las familias del poblado de Ozal, donde conviven cristianos, yazidíes y musulmanes.
«Toda la ayuda que nos llega en esta zona procede de la iglesia de los cristianos, les consideramos ya nuestros hermanos». Son palabras de Judeda, un yazidí de 64 años que acoge en su cuerpo 35 restos de metralla. Los yazidíes son una minoría religiosa kurda también perseguida por los yihadistas.
El pasado enero, en relación a la situación que vive Oriente Medio, el Papa Francisco en su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede hacía un llamamiento a toda la comunidad internacional «para que adopten medidas concretas en favor de la paz y la defensa de cuantos sufren las consecuencias de la guerra y de la persecución y se ven obligados a abandonar sus casas y su patria». El futuro de Irak está también en manos de los gobernantes y de las fuerzas internacionales. Mientras se deciden o no a intervenir, los cristianos en este país se atan a Dios: «Lo hemos perdido todo, menos la fe».
Fotos: Ignacio Zorí