Esta es la historia de una persona de esas que deja todo por servir y ayudar a los demás en diversos lugares del mundo, desde el Bronx, donde estuvo trece años junto a la Madre Teresa de Calcuta, en Calcuta, en los bateyes de la República Dominicana, donde vivió amenazado de muerte. Desde abril del año 2008, el padre Christopher Hartley Sartorius vive en Gode (Etiopía), una de las zonas donde nunca había puesto un pie un sacerdote católico. Aunque nació en Londres, hijo de inglés y española, vivió en España desde que tenía 5 años, fue herencia materna católica la fe que le llevó a entrar con 15 años en el seminario. Mientras que el regalo de un libro de la Madre Teresa (Madre Teresa, su obra y su gente) por su padre un 25 de diciembre, con tan sólo 17 años, fue el instante en que se definió para siempre su vocación misionera…”la partitura que Dios había escrito para él “ en sus propias palabras.
La experiencia con las Misioneras de la Caridad reforzó su deseo de participar de su vida, de su entrega a los más pobres entre los pobres y la certeza de la presencia real de Jesucristo en ellos, los más pobres y necesitados.
La frase que le escribió la Madre Teresa hace años parecía reflejar su programa de vida: “ama a los pobres y sé santo, sé un santo sacerdote”. A partir de ese momento todas las vacaciones hasta su ordenación como sacerdote fueron dedicadas a colaborar con estas misiones. Descubrir la presencia del Señor crucificado en cada uno de los pobres es le ayudó a definir su vocación misionera y fue en la República Dominicana donde descubrió que el miedo no lo vence la valentía, sino el amor.
Cualquiera que camine por las calles de Gode con ojos y oídos atentos a la realidad se da cuenta de la necesidad de esta misión, de revelara cada hombre, niño o mujer el Amor. Durante la construcción del edificio de la misión, la gente les requería para visitar algún enfermo, abriendo el contacto con aquellos que no tienen nada ni a nadie que se preocupe por sus necesidades básicas. Tal es el caso de Yeshi: “Los pasillos del hospitalucho de Gode son quizá la metáfora más acabada de toda la miseria que se reconcentra en esta misión; da igual girar a derecha o izquierda porque por doquier se descubren miradas desoladoras, vidas de viernes santo y rostros de perpetuo calvario… Ahí sentados en el suelo arrimados junto a la estera de su pariente (una cama es privilegio de muy pocos) las gentes miran resignadas la llegada implacable de la liberadora muerte. Esos pasillos los recorremos a diario, ya que verdaderamente somos ya parte del paisaje totalmente surrealista de esta macro-síntesis del dolor humano.
Hace un par de meses, recorriendo presurosos esos vericuetos, nos topamos con una gigantesca mujer, la palabra obesa se le quedaría corta; las enfermedades múltiples la tenían postrada sobre el suelo de barro de su destartalada habitación de adobe y enramadas. Dicen que había pasado una semana así, abandonada sobre sus propios excrementos, sin que nadie la visitara.
Yeshi no tenía a nadie en este mundo. Y es triste tener que decirlo porque la verdad es que si tenía muchas personas que se deberían haber tomado la molestia de socorrerla. Yeshi era un miembro muy prominente y muy activo de la “iglesia” pentecostal de Gode. Mientras estuvo sana cantó en el coro, pagó religiosamente sus diezmos, cantó aleluyas a pleno pulmón hasta enronquecer
Pero cuando Yesi enfermó de gravedad y dejo de “asistir al culto” nadie de su comunidad vino a visitarla, ni limpiarla ni darle de comer… algunos vecinos la subieron a un destartalado carromato y fue depositada como desguace humano en un rincón olvidado del hospital… Así nos la encontramos y desde ese instante nos dedicamos en cuerpo y alma a sanar las llagas de su maltrecha pierna y espalda y sobre todo a derramar el bálsamo de la caridad hecha servicio y sonrisa sobre el alma de esta mujer abandonada.
Día y noche la acompañamos, Sister Joachim lavó incontables veces lavó incontables veces a mano, las ropas embadurnadas de excrementos, de sangre, de pus… ¡de tanta miseria humana! Pero ambos también alzamos la voz de la denuncia ante la comunidad pentecostal que mientras presumían de perfectos y de salvados, olvidaban a esta hermana suya a una muerte indigna. Poco a poco se fueron acercando, pero curiosamente solo para mirar. Estaban ahí, como pasmarotes, más preocupados porque no la obligáramos a hacerse católica que por echar una mano. Finalmente, Yeshi murió. “
Del trato con los niños y sus madres poco a poco se va descubriendo a los miembros mas vulnerables. La mayoría de las personas con las que iban contactando estaban enfermas de Sida, así que se las iba llevando al hospital regional para su tratamiento. Fue el propio hospital quién así mismo solicitó su cooperación para buscar a los pacientes con VIH que abandonan su tratamiento.
Así se encontró otra gran realidad: muchas de las mujeres con las que habían contactado trabajaban en los prostíbulos de Gode, llamados eufemísticamente cafeterías, desde camareras o mujeres de la limpieza a prostitutas, la mayoría con menos de 25 años y con niños, cuyo único medio de subsistencia era lo que ganaban en el prostíbulo. Aunque muchas son prostitutas independientes, esta no es una elección, sino que lo hacen por necesidad ya que no conocen alternativas para ganarse la vida. Además de perder la salud, pierden así la autoestima y el respeto por sí mismas debido a la vaga idea del peligro que supone contraer el Sida y otras enfermedades, las cuales se convierten en un riego necesario para poder capear sus necesidades económicas.
Estas mujeres, atraídas por la presencia de las fuerzas de seguridad en Gode, proceden además de diferentes puntos geográficos, y por tanto de diferentes zonas culturales de Etiopia, de Tigray, Amara y Orormo e incluso algunas pertenecen a la comunidad somalí local… a partir de ahí, sus historias se van desarrollando como una verdadera pesadilla.
En medio del sin sentido de sus vidas, el contacto con el Padre Christopher y su grupoofrece un mensaje de Esperanza con la creación del Proyecto Tamara, que lleva más de dos años funcionando. Pasar tiempo con ellas y acompañarlas en medio de sus dificultades es la forma en la que rompen la soledad que acompaña a la pobreza y la marginación de los enfermos de Sida, dándoles de esta forma un apoyo emocional y psicológico. Pero no es sólo estar ahí, sino que también es importante que esta ayuda esté acompañada de nuevas oportunidades, así se les enseña una habilidad para poder conseguir una forma de subsistencia. En el edificio de la misión se les enseña a hacer cosas con sus propias manos para que puedan venderlas, en lugar de venderse a sí mismas, como bolsos y carteras, fundas de gafas, servilleteros … Pero este medio dee vida se convierte también es una forma de aumentar su autoestima cuando se dan cuenta de que son capaces de realizar ellas mismas cosas bonitas. El tener las clases allí en el centro es el comienzo para ir saliendo hace, aunque sea inicialmente durante unas horas al día del ambiente de los prostíbulos y las calles de Gode. Se ofrece así las mujeres una forma de escapar de una vida de degradación, además de ayudarlas con su alimentación y su salud, especialmente importante, a través de un cuidado sistemático, análisis de sangre (que no son gratuitos) y ayudándolas a acudir a algo tan básico como son sus citas médicas y las de sus hijos. Son ya muchas las mujeres con sus hijos que han pasado por este programa y ¡qué maravilla ver cómo y cuánto han cambiado sus vidas! una metamorfosis de gracia, verdaderamente extraordinaria.
La educación de sus hijos suele ser ser muy pobre y estar muy descuidada, para ello abrió en la misión una Escuela Infantil como complemento de las clases de manualidades que ya hacen las mujeres. La solución aquí es combatir la pobreza a través de la educación, dándoles una nueva oportunidad desde la misma, que afecta también a la nutrición y a la seguridad, al tenerles alejados de vida de las calles y prostíbulos.
Me imagino a la hermana Joachim y quienes la acompañan en esta misión recorriendo por las tardes los burdeles de Gode para sacar a estas mujeres de este ambiente, se le van a cercando por que ya les conocen para contarles el drama de sus vidas. Historias desgarradoras que conmueven corazones a diario y que sólo nos llegan gracias a los testimonios de estas personas.
La condición para que formen parte del programa es que cambien de vida, dejen la prostitución y busquen una habitación alejada de los burdeles.
Nos son pocas las que habiendo terminado el programa han podido regresar a sus pueblos gracias a sus ahorros y empezar una vida nueva, en muchas ocasiones empezando por la reconciliación con sus familias. Otras han puesto pequeños negocios, de frutas y verduras para vivir dignamente ellas y sus hijos en el mismo Gode.
Pero sin duda, lo más bonito es ver como se acercan a Dios, como “culpan” a Dios de su buena suerte. Creen firmemente que Dios nos ha mandado a sus vidas para rescatarlas de una existencia infame.
En su última Carta del pasado diciembre, una verdadera Navidad, el padre nos cuenta la historia de Fatiya una de las primeras mujeres que encontró la hermana en sus recorridos por los burdeles, en busca de mujeres dedicadas a la prostitución y enfermas de SIDA.
“Tenía dos hijas preciosas: Hanna y Hayat, de padres diferentes. Costó mucho al principio convencerla de que dejara la prostitución y se integrara en el programa de TAMARA, que le ayudara a empezar una vida nueva. Poco a poco Fatiya y sobre todo sus hijas nos fueron ganando el corazón. ¡sobre todo a mí! Al punto que en la misión, a las dos niñas las empezaron a llamar “las Hartley” o a la española “las jarlei”. Era imposible no quererlas: preciosas, salvajes, peleonas, cariñosas y muy…¡enternecedoramente desobedientes!
Poco a poco las fuimos “domesticando”, pero crecían por que los niños inexorablemente crecen y se hacía cada vez más difícil controlarlas. Mientras, su madre, se iba apagando como un candil al que se le agota el aceite.
Cuando nos dimos cuenta que el final se acercaba, le propusimos a la madre marchar a Dire Dawa a casa de las hermanas Misioneras de la Caridad con el fin de buscar todas las ayudas posibles para la madre enferma y el futuro de las niñas. Fatiya murió hace poco más de un mes, rodeada del cariño de sus hijas y de las hermanas. Y las niñas quedaron bajo la custodia de las monjas. “
La historia de Chuchu es también parte de esta carta:” Tan ciento como que a cada crepúsculo le sucede una nueva alborada, es que a la muerte siempre le sucede y persigue la vida. Prácticamente del cementerio corrimos al paritorio donde una de nuestras mujeres estaba para dar a luz. No sabe su verdadero nombre, apenas si conocía al padre de su criatura, diecinueve años y totalmente sola en la vida. Aterrorizada por su primer parto, pobre como una rata, sin un mal trapo que llevar para envolver a su criatura, Chuchu nos repetía a la hermana y a mí que nosotros éramos lo único que ella tenía en este mundo: “you are my only Father and Mother…” Sister lo había preparado todo primorosamente sin faltar detalle de los múltiples enseres que pueda necesitar una mujer para el parto. Y cuando llegó la hora, para allá que nos fuimos los dos con ella. Cuando empezaron los dolores de las contracciones, mientras la hermana corría con todos los preparativos, Chuchu me pidió que le agarrara las manos y solo me pedía que no la dejara sola, que tenía mucho miedo. Como os podréis imaginar, agarrarle las manos era mi tope en mi total torpeza en el proceso del parto, así que ese fue mi gran aporte. Cuando por fin llegó el momento de dar a luz, fui sumariamente invitado por las mujeres a desaparecer, así que me quedé fuera rezando el rosario… Mientras rezaba pensaba en lo terrible que hubiese sido el parto de esta muchacha si no nos hubiera tenido a nosotros, si la Iglesia Católica no la hubiese acompañado.
Cuando nació el niño, Chuchu su madre, le puso por nombre Emmanuel. Y nunca fue más verdad que este nombre significara “Dios con nosotros.”
La creación de un local donde poder llevar a las mujeres que el Sida no deja esperanza de vida y así poderles ayudar con una muerte más digna es otro de los objetivos, pero hay muchas más situaciones desde dar cobijo a miles de refugiados de etnia somalí , descubrir después de un viaje que el Gobierno federal se les había llevado repentinamente y después de las disculpas del gobernador, pedir su ayuda para un barrio particularmente miserable, conformado por descendientes de esclavos bantúes traficados hace decenios a los países árabes. Gentes más negras y que no son aceptados por la sociedad somalí por verles literalmente como mano esclava y ni siquiera como personas. Después del ofrecimiento por parte del gobierno de un terreno, en un abrir y cerrar de ojos, se juntaron casi 1.000 niños. La decisión fue desmontar la anterior escuela para los refugiados somalíes para volverla a instalar en este terreno con las pretensiones de atender en ocho aulas, a más de dos mil niños y adultos en turnos de mañana y tarde. Otra vez más la multiplicación de los panes y los peces es el milagro adecuado que sin duda se producirá con la ayuda de todos. Las gotas de agua del océano de la Madre Teresa y la buena voluntad de las personas como regalo para el nuevo año.
Gracias a vuestros donativos están construyendo una escuela para niños descendientes de esclavos bantúes, rechazados por la población somalí de Etiopía
Esta es una buena forma de empezar el año, cualquier colaboración es bienvenida… por que todo suma. Te dejamos sus datos:
Entidad: BANKINTER
Número de Cuenta: 0128-0014-73-0100029293
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“Hilo por hilo, tejiendo va…Si tú lo dejas, qué bien lo hará…¿No ves con qué primor Él sabe engalanar…con qué infinito amor no cuidará de ti?”.