La vida es un viaje, siempre en continuo movimiento. Desde que nacemos, sabemos que el camino será difícil, pero lleno de aventuras. Algunos vienen al mundo antes de tiempo, impacientes por ver lo que hay fuera. Otros, llegan rápidos como un cohete, valientes y decididos. A muchos les cuesta salir, dubitativos, por el miedo a lo desconocido… pero todos cuando nacemos: lloramos.
Seguramente, porque no queremos apartarnos de ese espacio protegido y seguro, que es el interior de una madre. Pero superado el primer susto, una inmensa fuerza vital, espontaneidad y curiosidad en los ojos, nos invade.
Aprendemos a caminar a base de prueba y error. Una mezcla de consejos y cabezonería. Y poco a poco, vamos trazando el que creemos que es nuestro camino. Llenamos la mochila de buenos y malos momentos, sonrisas y lágrimas, éxitos y fracasos, orgullo y miedos. De poderes y deberes, buena educación y algunos malos hábitos, crudas realidades, deseos soñados, bondades y culpas.
Desconectarnos de la naturaleza y de nosotros mismos, así como engancharnos al estrés y a la tecnología, no ayudan
A menudo, la vida rápida y distraída, no nos permite hacer un alto en el camino, para pararnos a pensar. Nos impide darnos cuenta de que nuestro cuerpo empieza a resentirse con tanto peso, propio y ajeno, lleno de preguntas sin resolver, expectativas y reproches. Desconectarnos de la naturaleza y de nosotros mismos, así como enganchamos al estrés y a la tecnología, no ayudan.
Es la mejor excusa para conectar el piloto automático y caminar sobre el círculo de la comodidad y la monotonía. Es entonces cuando la mente se siente confundida y el alma se esconde, temerosa, en algún bolsillo de nuestra mochila.
¡Peligro! Zona de confort
Tal vez sea ese el momento de salir de la zona de confort. De pararnos a reflexionar y tomar consciencia de que somos los protagonistas de nuestra propia vida. Y los que decidimos cómo queremos construirla. Nunca es tarde para coger un tren y viajar más despacio o en otra dirección. De abrir el corazón y cerrar las heridas. Dejar atrás el pasado, lo que ya no soy o lo que no quiero en mi vida. Soltar apegos, ordenar prioridades y emociones.
Valentía y determinación
Limpiar y desprendernos, aunque duela, de aquello que no nos deja avanzar. Enfrentarnos a nuestros propios miedos, luces y sombras. Aceptar nuestras imperfecciones y asimilar que las cosas cambian, por dentro y por fuera. Buscar a nuestro niño interior herido. Aquel que un día, en algún momento de su existencia, dejó de llorar para no mostrar su debilidad. Dejó de expresar las cosas con espontaneidad, porque empezó a importarle el “qué dirán”.
Es necesario quitarnos las máscaras y las corazas, para volver a mostrar nuestra fortalecida vulnerabilidad y acabar con todas las culpas.
Es tiempo de volver a mirar la vida con los ojos de un niño. De reconectarnos con la naturaleza y con nosotros mismos. De recuperar el alma y llegar a la esencia, para sentir de nuevo lo que nos hace vibrar, lo que nos apasiona. Tiempo de disfrutar del presente, plenamente. De ser feliz, aquí y ahora, dándole un sentido a nuestra existencia. Guiarnos no sólo por la cabeza, también por el corazón y ese instinto que nos dice: “ese es el camino”.
Avanzar, sin miedo a lo desconocido, ni a nosotros mismos. Acompañados de nuestro verdadero yo y de los cinco sentidos, más el sexto. Seguir evolucionando, cambiando el enfoque o el punto de vista, si es necesario. Siendo más pacientes y tolerantes con los ritmos e ideas de los demás y menos permisivos con nuestros prejuicios y verdades absolutas. Caminar con los ojos bien abiertos, aprendiendo de todos y de todo lo que encontremos a nuestro paso. Seguir el rastro de los que dejan su huella en nuestro corazón.
Es necesario quitarnos las máscaras y las corazas, para volver a mostrar nuestra fortalecida vulnerabilidad y acabar con todas las culpas
Despojarnos de lo superfluo y de las ataduras que nos impiden volar, libres. Buscar la calma, encontrarla, observar de nuevo el paisaje… Y darnos cuenta de que en el “Viaje de la Vida”, como decía Machado, es mejor viajar ligero de equipaje.
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